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viernes, 25 de marzo de 2011

Una realidad que me preocupa (1era. parte)

¿Cuánto falta para que desaparezca todo aquello con lo que crecimos? Esas pequeñas cosas que recordamos hasta hoy… un programa que veíamos, un lugar al que íbamos… cualquier cosa que recordemos ahora con nostalgia. Parece que demasiado poco para mi gusto. El mundo esta cambiando, supuestamente evolucionando, pero, ¿Qué estamos resignando en el camino a esa evolución? Para cada uno la respuesta será única y personal, pero lo que están a punto de leer es mi manifiesto de una realidad que me incomoda, motivado por una noticia que movió mis cimientos.

El indiscutido hecho del avance tecnológico en muchos aspectos mejora, facilita y hace más cómoda nuestra vida, pero existen 2 ramas de las artes en las que ese avance esta cambiado nuestra forma de ver las cosas, quizás para bien, quizás para perder las bases de su magia. Estoy hablando (como siempre) del cine y de la música.

Empecemos por la música. Queridos lectores, ¡Musimundo dejará de existir! La emblemática cadena de consumo musical argentina ha sido comprada por (y esto hace aún peor el trago) ¡Megatone! Es verdad, aquello que cientos consideraban un lugar de encuentro, tanto con amigos como con la esencia de la música, los discos, pasará a convertirse en una solitaria estantería en un rincón de los locales de electrodomésticos. Convengamos, Musimundo en sí distaba del ideal de “tienda de discos” en el que podíamos pasar un rato escuchando buena música o descubrir nuevas propuestas ya sea viendo las tapas en los estantes o bien preguntándole al encargado. Lejos de eso, los empleados rara vez tenían mayor conocimiento musical que la memorización de lo que había en stock (siempre con lugar a excepciones, claro esta). El aspecto empresarial había reducido el folklore de las disquerías, llevando a Musimundo a comercializar tanto cds como dvds, libros y productos de informática y tecnológicos, significando las ganancias por venta de discos un casi 30% de las ganancias totales de la empresa (*). Sin embargo, si bien Musimundo no es el mejor ejemplo de una “tienda de discos” como idea utópica, sirve para reflejar lo que sucede y sucederá indefectiblemente con la industria musical (por lo menos en cuanto a formatos no digitales).

No tengo nada contra el mp3 y mucho menos contra el compartir gratuitamente buena música, pero puedo decir sin dudar que Internet y la piratería han destruido los formatos físicos de registros sonoros. Y no estoy hablando solo del hermoso sentimiento que provoca el tener un cd original, el sacarlo de su envoltorio plástico para abrir un original packaging y leer las letras en su también bello “librito”. Esto sólo ya es para mí una gran perdida, pero saliendo de aquello que yo disfruto con tanto placer, pensemos objetivamente y nos daremos cuenta que estos formatos digitales bajan en gran medida la calidad sonora de la música que consumimos. El grado de compresión que se logra en el mp3 y su alto volumen conspiran inmediatamente contra las pistas de baterías y bajos. Dicho volumen proviene de algo llamado “compresión del rango dinámico”, técnica que hace más de una década los ingenieros utilizan para que las diferencias entre los momento altos y bajos de un tema sean casi imperceptibles. Recordemos “Nevermind” de Nirvana, particularmente sus 2 mayores hits, “Smells like teen spirit” y “Come as you are”. ¿Se imaginan que porcentaje de la energía de dichas composiciones se perdería si sus estribillos sonaran al mismo volumen que las estrofas? Bueno, este es un mal común hoy en día, en una época en la que la mayoría de los discos (es decir el 99,9%) son pensados para comercializar en formatos digitales.

Quizás muchos de uds. ya conozcan esta situación y estos términos e inclusive sean como yo que escuchan música casi exclusivamente en su celular o mp3 y no los culpo, yo se que es cómodo y esta a nuestro alcance, a diferencia de los cds que oscilan entre los $50 y $80, ni hablemos de los vinilos, la edición en vinilo te “Amapola del 66” de Divididos estaba en $600 la última vez que vi una vidriera de disquerías. Un oído entrenado se regocijaría escuchando alguno de estos formatos y los invito a no perder la oportunidad de escuchar su canción favorita en cualquiera de ellos para luego hacer la comparación.

La industria musical esta mutando y solo nos queda ver en que desemboca este torbellino de adelantos tecnológico a los que deberemos acostumbrarnos (aunque nos pese). Y para aquellos entusiastas de la tecnología, sepan disculpar lo que podrían considerar mi actitud negativa hacia los cambios y considérenla mejor como una búsqueda de preservación.

(*) Fuente: Rolling Stone

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